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1969

PROGRAMA OFICIAL DE LA ENSEÑANZA DE GUITARRA DEL CONSERVATORIO SUPERIOR DE MÚSICA

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A fines del siglo XVIII y principios del XIX, la guitarra tiene un resurgimiento y brilla y alcanza la cumbre de los instrumentos pulsados con plectro o mano. Es entonces cuando surgen figuras como Sor, llamado el afrancesado, Aguado, el diabólico Huerta, Cano, Costa, Arcas y posteriormente Tárrega, que descubren en la guitarrra sus tesoros musicales, sus condiciones inigualables de instrumento de concierto. En este resurgimiento participaron también eminentes compositores-guitarristas extranjeros, que nos han legado entre otras obras, métodos y maravillosas series de estudios, destacando entre ellos F. Carulli, M. Guiliani, L. Legnanni, M. Carcassi y Napoleón Coste.

Los tiempos actuales no pertenecen ya a la historia. Los guitarristas del presente, los virtuosos, forman una legión numerosa bien preparada en los Conservatorios y está llena de inquietudes. Sin embargo, sería imperdonable no citar en esta sinopsis histórica, a la figura cumbre actual, a la figura señera que, en su eterno deambular por el mundo, ha dignificado y elevado a la guitarra y a los guitarristas del mundo entero: Andrés Segovia. Los compositores más ilustres de nuestro siglo se han sentido también atraídos por este instrumento y le han dedicado gran número de bellas partituras. Mencionemos por ejemplo la contribución de Asencio, Castelnuovo-Tedesco, Barrios, López-Chavarri, Palau, Moreno Torroba, Rodrigo, Ponce, Villa-Lobos, Tansman, Turina, Lauro, Sáinz de la Maza, Galindo, etc.

Al margen de esta trayectoria, podríamos llamarla erudita de la guitarra, el instrumento nacional ha sido portador a las islas Filipinas y a todas las repúblicas de la América latina, de las más puras esencias folklóricas españolas a través de sus canciones y danzas, que, mezcladas con las indígenas y negroides, constituyen un bagaje histórico-social, que contribuye poderosamente a fomentar el espíritu de convivencia que les une entre sí y con la madre patria.

Después de estos párrafos que acabáis de leer sobre la vihuela y la guitarra, mis últimas palabras son para deciros que no os desalentéis, que estudiéis la guitarra con amor, con pasión. Pues sé que cuando, abrazados a ella porque su estructura física, así nos lo exige para dejarse tocar, establezcáis un diálogo, una concordancia mutua, será ya para siempre vuestra compañera inseparable, por ser el instrumento más humano, más íntimo, el que más dice en la soledad y el que más conmueve.

María Rosa Gil del Bosque, Valencia 1969

Rosa Gil del Bosque

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