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1969

PROGRAMA OFICIAL DE LA ENSEÑANZA DE GUITARRA DEL CONSERVATORIO SUPERIOR DE MÚSICA

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La forma de pulsar las cuerdas, fue, y sigue siendo con los descendientes de cada familia, con un batidor o plectro, con los dedos o por frotación de las cuerdas mediante un arco. La evolución, la transformación gradual que han sufrido todos los instrumentos, los fue agrupando en especies o familias, bien por la forma de pulsación o por su configuración. Y, así, sin una esclarecida línea genealógica, llegamos al instrumento inmediato precursor de la guitarra: la vihuela.

Existían tres tipos de vihuelas: de plectro, mano y de arco. Cada uno de estos tipos comprendía diferentes afinaciones y órdenes (cuerdas). Tampoco podemos deslindar el campo de cuando la vihuela comenzó a fundirse con la guitarra. Un autor, nos dice: "En plena época barroca se va operando en España un olvido de la vihuela, y se crea la guitarra de cinco cuerdas, la cual, por el extranjero se llamará, guitarra española." Así, pues, parece ser que la guitarra española, es la vihuela de mano de cinco órdenes (cuerdas).

La teoría musical de los siglos XVI y XVII, era complicadísima. Si ahora disponemos de siete nombres para las notas del solfeo, entonces (y desde el siglo XI) no había más que seis nombres para los siete grados de la escala, que eran: Do, Re, Mi Fa, Sol, La. Por ello este sistema se llamaba hexacordal. Claro está, que, dentro de la extensión de la octava, había más de seis grados o sonidos con personalidad distinta. La música del siglo XVI era esencialmente diatónica. La guitarra puede considerarse como uno de los principales factores entre los que contribuyeron a desterrar el viejo sistema de semitonos desiguales, para llegar al actual de doce semitonos matemáticamente iguales en extensión de una octava. En su promulgación intervino especialmente el organista y teórico Francisco Salinas.

Los vihuelistas y órgano-vihuelistas de los siglos XVI y XVII ocupan un lugar destacadísimo en la historia de la música española. Bástenos decir que tanto Bermudo en su "Declaración de instrumentos", como Narváez, Luis Millán, Fray Tomás de Santa María o el insigne Cabezón, como polifonistas, no sufrían ningún demérito comparados con los grandes músicos extranjeros de su época. Es más, en algunas ocasiones fueron creadores de nuevas formas musicales y establecieron influencias tan manifiestas e innegables como las de las célebre "diferencias" (variaciones) inventadas, según varios musicólogos, por Félix Antonio de Cabezón y tan cultivadas por los lautistas y polifonistas de otros países.

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Rosa Gil del Bosque

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